jueves, 16 de agosto de 2018

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Con el miércoles llegaron las nubes y el aire que viene del suroeste. La playa se vacía por la mañana. Volvemos al muelle y encontramos refugio contra el aire sentándonos encima del mar. Las banderas agitadas. Y parece que llueve en el canal de la Mancha, a lo lejos, sobre los molinos de viento. Paseamos calles con tiendas variadas, una de ellas, de antigüedades, un rastro en pequeño que muestra lo que antes los humanos coleccionaban o simplemente tenían en sus casas. O la ropa que llevaban, objetos de uso cotidiano y más. Hay más tiendas y se come dentro y fuera. Nosotros comemos en casa y después vuelta al paseo. Pareciera que nunca veríamos las olas pero ahí están, y traen el ruido, o el rumor. Hasta algún valiente se atreve a meterse. El paseo en Brighton es inmenso, hay bancos, muchos, donde algunos dormirán hoy. Vuelve el sol, a intervalos. Bancos dedicados, muchos de ellos, a gente que amaba el amor o que eran amados. Paseantes y ciclistas, también runners. Hay casitas minúsculas, cobertizos, pintadas de colores donde la gente guarda pertenencias y parece invitar a los amigos a tomar algo, al aire. Después cenaremos en un pub, el Black Lion, donde se prepara concierto, son los Dirty Weekend, versionan bien. Nos enteraremos más tarde que el nombre se debe a la fama que tenía Brighton de ofrecer más liberalidad en las costumbres. Parece que el rey Jorge IV gustaba de venir a ver a sus amantes aquí. A partir de ahí el “fin de semana sucio” fue el sinónimo para perderse por una ciudad que no ponía coto a cierto tipo de diversión. Otro paseo después, no vemos las estrellas.

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