La España que yo veía con siete años es la que retrata Max Aub en su
corta estancia de dos meses, la que permite un gobierno español cerrado todavía
al mundo. Año 1969. La dictadura da sus últimas bocanadas, el turismo comienza.
Y el escritor no reconoce al país que dejó 30 años atrás, quizás en el exilio
imaginó una España reivindicativa, luchadora. Se encuentra un país que olvidó
el pasado, que sólo mira hacia el futuro, que pinta progreso, no hay crítica. Las
calles cambiaron, las gentes también. Los jóvenes quieren ser jóvenes. La guerra
la hicieron otros. Un país conformista frente a él, todo lo contrario. Se lo
pregunta, “¿por qué no me conformo?, con el sol, los pinos, la familia…” No se
conforma porque se encuentra un país de ignorantes, y lo que es peor, de
resignados indiferentes. Él comprometido, se pierde en esa indiferencia. La vida
nos puede, y sólo la vivimos una vez, y queremos que otros hagan lo que
nosotros hicimos o que otros venzan las guerras que nosotros perdimos. Olvidamos
que son ellos, ahora, y siempre, los nuevos, los recién llegados, los que
crecen hacia la edad adulta, son ellos los que marcan el paso, y a los mayores
nos queda hablar, a veces resignarnos, a veces callar, a veces llorar, a veces
escapar, a veces participar.
La gallina ciega. Max Aub. 1971.
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