No
estamos en 1975. Alguien dijo ayer lo contrario. Se refería a la pérdida de
libertades en Cataluña. Yo entonces no tenía miedo, hoy sí. No tengo los pocos años de
entonces, hoy sí. Es mentira que hayamos regresado al pasado, no se puede. Es
mentira que el progreso nos haga mejores, que los años nos hagan más sabios. Es
malo generalizar, algunos lo consiguen, los callados, los silenciosos, los no
vociferantes, no sé, quizás. Es mentira que no seamos capaces de convivir. Es verdad
que somos a veces animales poco racionales. Me asustan muchas cosas de las que
oigo porque alguien las dice. A veces sería mejor estar callado, para estudiar,
o para reflexionar, o simplemente para olvidar. La mentira me duele, y estos
días llueven. La falsa opresión y represión es falsa. Sé cuál es la solución,
convivir. Y como yo piensan muchos, quizás una mayoría. Me asusta la falta de
solidaridad, me asusta el afán de demostrar una insólita superioridad moral
basada en no sé qué preceptos o mandamientos. Me duele el sectarismo. Dicen que
la información debe de ser veraz. Claro, como principio está bien. Todos los
medios públicos mienten, y los privados, de aquí y de allá. Acuérdense, somos
humanos dirigidos por intereses políticos y económicos que trascienden el
espacio de nuestro hogar. Medios donde se discute sin respeto mutuo, donde
parece que gritar vale más. Me pregunto dónde se quedó la educación de algunos,
dónde el diálogo. Será que nos hemos apuntado todos a los monólogos, pero de
los que no hacen gracia. Veraces son los pobres, los que mueren en las guerras,
engañados u obligados a defender patrias y trozos de bandera. En 1975 yo no
sabía nada salvo algunas cosas. Imagino que los nombres de las hojas, algunos
animales, sabía hacer quebrados, resolver pequeños problemas, nombrar
adjetivos, adverbios y formular fuerzas. En resumen, nada interesante. Pero sí
sabía que todo iba bien, que la vida fluía, que el dictador se murió, nadie
permanece, que los niños somos niños y no aprendices de adultos. Que el
adoctrinamiento es miserable, venga de donde venga. Que entre todos la mataron y
ella sola se murió, que asistíamos a momentos históricos y nadie conocía el
futuro. Que hubo que inventarlo y que no parece que nos haya ido tan mal. Hoy,
tantos años después, miro alrededor y me tapo los ojos. Estamos rodeados de
frentistas. Que la comodidad de unos se rebela insuficiente, que quieren más. Yo
también quiero más, quiero que no me llamen fascista, ni español con ese aire
de desprecio que a veces acompaña al don de hablar, de expresarse. Que no me
llamen anti demócrata, ni nada parecido. Que no se acuerden de mí, que no me nombren,
que me dejen en paz. Que decidan por ellos y se equivoquen, o acierten, pero
que no mientan, que no disfracen sus intenciones con falsos ropajes, que no hablen
de falta de libertad, que no hablen de Mandela. Dicen que les robaron la
libertad ayer, 21 de octubre. Libre es el que puede salir a la calle y
descabalgar a quién les metió en este lío, en el barullo, en el atolladero que
parece diseñado por un niño de diez años. Esto no es un juego, se lo han
cargado, el sentido común, se la han cargado, la convivencia. Y sigo, el
respeto, el aprecio, el buenos días, el bon día. Ahora hacemos ruido,
caceroladas para protestar, volvemos a las cavernas. Nos falta aullar, brincar
sin emitir sonidos, tirar piedras, volver a ser antepasados. No, no hemos
retrocedido a 1975. Nos hemos ido más lejos. Aunque luego la puesta en escena sea la de señoritos con corbata o sin ella,
revolucionarios de pasarela y de iphone, que pasean su indignación por avenidas
limpias y asfaltadas. Y todo por qué, y todo para qué. Falsos patriotas,
pacíficos dicen, a veces el pacifismo se esconde tras palabras que insultan y
desprecian. Hay sensibles aquí y allá, aquí lloramos, allí también. También aquí
suspiramos, como allí. Valle de lágrimas o valle de mierda. Estercolero al que
nos llevan gobernantes irresponsables con aires de grandeza, egocéntricos y
orgullosos. 1975 se marchó, luego se fue el 76 y hasta el 77. Y nos hicimos
mayores, para amar, de otra forma, para vivir en paz y libertad, para quererlo
y desearlo. Jugando con fuego se queman los niños y los mayores que leyeron la
biblia, quizás en catalán, aprendices de profetas, también de mesías, falsos y
sectarios, fariseos y mentirosos, los que juegan a ser, los que juegan a estar,
los que aspiran al altar, seres superiores, inalcanzables, omnipotentes,
omnipresentes. Nadie lo es, nadie es superior a nadie. Lástima de humildad,
lástima de sensatez, lástima de educación, lástima de todo.
Macarrones con salsa de pistacho
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Cocer la pasta durante 10 minutos y mientras tanto preparar la salsa de la
siguiente manera: Pochar un calabacín mediano cortado en trozos con piel.
Pelar ...
Hace 6 meses
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