domingo, 8 de octubre de 2017

Guimaraes

Es jueves, ajeno a lo que pasa en el mundo. Falso, me unen las noticias que llegan al móvil. Se junta indiferencia y preocupación, también hastío, cansancio y ganas, o ansias de llegar a soluciones, de no dilatar el problema. Cansado de nacionalismos ridículos, a pesar de su respetabilidad. Provincianismos que parecen tan lejanos a tan sólo unos kilómetros, que se podrían evaporar de la mente en un instante. ¿Para qué y por qué? Las respuestas podrían avergonzar a más de uno. A mí alguna lo hace. Pero el mar no tiene puertas. Paso a limpio estas notas el uno de octubre y la sensación de bochorno me invade. Fracaso colectivo. Insensatez de dirigentes locales.¿ Diálogo de sordos? Los interlocutores me parecen no válidos. A un punto del desastre, como niños peleando por el bocadillo de nocilla. El sentimiento de que hay que dar salida a lo que no tiene sólo una salida judicial y policial. Aunque duela, me moleste y me reviente el absurdo de la diferencia basada en banderas y en sentimientos explotados por los profesionales de la política, garantes de una supuesta superioridad moral que es falsa. Por eso me voy a ver gaviotas que buscan en el interior de las ciudades, aunque ese ir tierra adentro sea para ellas un simple vuelo, corto, para buscar los restos de la noche, los que se nos fueron de las manos o los que desechamos. Salimos de Oporto y comprobamos que muchos quieren entrar. A corta distancia, en las afueras de Braga se encuentra el Santuario del Bom Jesús do Monte. Bajar para volver a subir, hemos madrugado los turistas. Fotos y vistas de Braga. Escaleras, muchas con fuentes y esculturas. También escenas de la pasión en las capillas laterales. Dentro ya del santuario un bello altar muestra la escena de la crucifixión con 18 personajes esculpidos. Romanos y Marías conviven en una escena rara de ver en su extensión. En otro altar las reliquias suben en escalera al cielo. El GPS se dispersa en nuestro viaje a Guimaraes. Quiere que entremos en sembrados o en caminos vecinales. Mejor no hacer caso a las voces y seguir el instinto de la brújula. Aparcamos a la vera del castillo, de magnífica silueta. Casco antiguo con largos o plazas, bonitas, casas cuidadas y grupos de turistas. Iglesias pequeñas, silenciosas, en calles empedradas. Dos cacatúas, vito y vitória, en la entrada al restaurante, Histórico by Papaboa. ¿No es maltrato animal tener animales en jaula? Mejor no preguntarlo, me mirarían mal. La comida magnífica, el arroz caldoso con habichuelas queda para la posteridad. La estatua de Alfonso Enriquez me lleva a indagar, a ver que era nieto de Alfonso VI y que se convertirá en el primer rey de Portugal. Historia de países vecinos que se entrecruza como todas las historias del mundo cuando las fronteras o eran difusas o no existían. Magnífico el museo Alberto Sampaio de Guimaraes. Claustro irregular en su forma, diferente. Sala dedicada a la batalla de Aljubarrota, 14 de agosto de 1385, entre Juan I de Portugal y Juan I de Castilla. Ganaron los primeros. Se exhibe uno de los posibles botines de la contienda, un altar portátil de gran belleza, dicen que abandonado por los castellanos en el campo. Sección también de escultura, pintura y frescos. Un lugar de visita necesaria en la ciudad. Dice una placa que el escritor José Saramago lo consideró uno de los museos más bonitos que había visitado. Parece que cantara Betty Missiego ya afuera, no lo será. Los turistas siguen, seguimos. El palacio de los Duques de Braganza presenta una arquitectura diferente, con chimeneas que parecen perder en muchos casos su funcionalidad y servir sólo a la estética del conjunto. El salón de los pasos perdidos no nos podrá decir cuántas idas y venidas se hicieron esperando a ser recibidos. Hay copias de los tapices de Pastrana y música en la capilla de preciosas vidrieras. Los ángeles candeleros siguen apareciendo. Las campanas suenan, con ese código internacional. En el restaurante O’Marinheiro, ya en Oporto, está puesta la tele que habla de las elecciones autárquicas. Primero vayamos al significado de autarquía, o sistema económico en el que un estado se abastece con sus propios recursos, evitando en lo posible las importaciones. Serán en Portugal, y resulta que son las municipales. Palabras que nos confunden o no. Lo que no engaña ni confunde es la cena, excelente, del local. El rodaballo a la parrilla está en su punto y las patatas cocidas, sí, algo tan simple, elevan la patata a los altares culinarios. Después, paseo y más paseo, y cansados nos vamos al hotel. 

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