El sol
y las nubes juegan aunque éstas son minoría. Son restos de una niebla. Y la
mañana luce tras la sombra de un centro comercial. Es domingo y poco a poco el
parking se llena. Leer sin gafas para ver de lejos hace que uno no perciba lo
que sucede alrededor. Gente que viene y compra muebles para construir en casa. Aislado
por el sentido de la vista y por el sentido de hacer lo que se hace leo con
fruición. Es una lectura viva, de diálogos vivos, que comunica a padres e hijos
y a otros personajes. Es una novela de esas de iniciación, a la vida. Son 18
años los del protagonista, ocurre todo en pocos días y un par de meses antes. Un
trasfondo antiguo, el 11-S. Es Nueva York. Introspección. El que escribe es un
autor adulto, maduro. El que no quiere hablar es el protagonista. Sólo se
debería hablar para decir algo interesante. Mejor no hablar que expresarse de
forma inexacta. Pero él sigue hablando en primera persona. Pero es su
pensamiento el que habla, el que al traducirse al lenguaje pierde algo, o
mucho. La soledad produce desdicha. No sólo eso, sino el sentirse diferente a
los demás. El no saber por donde tirar en la vida. El no querer gastar el
tiempo en una universidad que le asusta. Miedo a ser adulto quizás. Le gustaría
pasar toda la vida en tránsito, en ese tren que no para y que vuelve a empezar su
trayecto. Genial la resolución final. El sol sigue ganando. Y la lectura acaba.
Los coches me rodean, los compradores van y vienen, ajenos ellos a esa tapa
verde. Ajenos a un mundo desconocido, el mío. Brillante y recomendable. Por
cierto, el título es una frase de Ovidio, poeta romano.
Algún
día este dolor te será útil. Peter Cameron. 2007
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