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cosas
Ni la ardilla va a saltar
ni las estrellas brillan en la oscuridad. El dado esta colocado a propósito en
el seis, mas vistoso y deseado. Alfileres eternos, chismes sin valor ni
utilidad que algún día pasan al fondo de un jarrón. Para eso están si no tienen
flores. Costumbres ancestrales, las de poner allí dentro lo que no se sabe
dónde poner. Objetos sin vida, inanimados, puestos ahí en cronología olvidada.
Podrían aumentar, nunca decrecer. De golpe a la basura, limpieza. La ardilla
siempre de plástico, esperando nada. Todo en orden o en desorden. Síntomas de
vida pequeña, de tiempos olvidados, de pasado escondido. La vida sigue y nadie
recuerda de qué tarta saltó el animal o qué mundo iluminaba la estrella de
puntas. Todas las piezas juntas, formando nada más que un ambiguo collage que
la mano del hombre moldea a voluntad, a su libre albedrío. El avión nunca despegó,
nunca llegaron los pasajeros o no quiso marchar. Los destinos a veces se
cancelan, o se retrasan. El número es el 41, podría ser una puerta de embarque.
Pero si le damos la vuelta se convierte en el 14. El que llevaba Cruyff en su
camiseta. Todos fuimos del Ajax alguna vez, y de la naranja mecánica del 74. El
destino ineludible lo alcanzó ayer. Corría el 15 de Febrero del 78. Yo lo vi en
Mendizorroza. Eliminatoria copera contra el Alavés. Hasta ganó el de casa por
uno a cero. No fue el mejor partido de Cruyff, ni mucho menos. Alguna carrera. Poco
más. Pero allí estaba él sobre verde césped. Cuando el camino por recorrer aún
era mucho. Descanse en paz.
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