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briviesca
En Briviesca yo paraba allá
por los años 70. Cuando la Tere todavía existía al borde de la nacional I y
donde se vendían almendras. Garrapiñadas. Dulce de antaño que yo pensé sólo
existián allí. Luego descubri que no. La Tere ya no existe. Está cerrado. Las persianas
se descuelgan, y todo el edificio quiere caerse. Desaparecer. Las almendras se
siguen vendiendo dentro del pueblo. En la plaza Mayor por ejemplo, donde el
templete parece descansar en las cabezas de unos niños que algún día echarán
agua. La plaza para reunirse y para celebrar funerales. Como en la iglesia de
San Martín, donde se está en la gloria encima de tal y donde en un rato tañeran
las campanas, a muerto, monocorde y lento sonido. El coche aparecerá en la
puerta. Dentro un bonito retablo hispano flamenco y otro hermoso cuadro de la
virgen con su manto protector. El antiguo hospital es hoy centro de actividades
para asociaciones y vecinos. Un vecino de antaño, Juan Cantón Salazar donó hace
tiempo 120 pesetas a los pobres. Lo dice una enorme placa. Hacemos tiempo para
asistir a una visita. La joya artística de Briviesca. El complejo de Santa
Clara, del cual se visita la iglesia. Ya no quedan clarisas. Se fueron hace unos
años. La oficina de turismo enseña el retablo, monumental. Lo llaman el
Escorial de los retablos. Oscuro a lo lejos, se va clareando a medida que nos
acercamos. Madera de nogal. La visita, con audioguía y con el soporte de la
guía. Muy interesante. Es hora de comer algo. Se toma el aperitivo como en
pueblo que se precie. Buenos pinchos y raciones. Hay donde elegir. Pueblo concentrado
en cuatro calles. El mercadillo recogiendo. A esperar a la semana que viene. Las
almendras en el bolsillo. Estarán crujientes. La nacional I y sus recuerdo
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