viernes, 4 de febrero de 2011

llamamiento

Si está todo dicho, ¿por qué hay que repetirlo? ¿Por qué hay que seguir insistiendo como niños que, cuando quieren algo, se lo lloran a su madre? Porque es un anhelo querido e irrenunciable y porque algo está fallando en el terreno educativo. Dice uno de los protagonistas de La Perla (John Steinbeck): “mi hijo leerá y abrirá los libros, y escribirá y escribirá bien. Y mi hijo hará números, y eso nos hará libres porque él sabrá…” Y ya no vale la tiranía del poder, como decía Catalina la Grande, zarina de Rusia: “la plebe no debe recibir educación. Pues si sabe tanto como yo, me desobedecerá en la misma medida en la que ahora me obedece”. Sólo vale el apostar por ellos, por los jóvenes, para que no batamos records. País de extremos. Somos los grandes piratas de la cultura y los grandes fracasados en los estudios (el mayor porcentaje de abandono escolar tras la edad obligatoria de Europa). A lo que hay que sumar nuestro registro como campeones del paro juvenil. Sale Obama y dice hace escasos días, “a todos los jóvenes que están escuchando y están decidiendo sobre su futuro profesional. Si queréis contribuir a mejorar la vida de nuestra nación, la vida de un niño, elegid sed profesores. Vuestro país os necesita”. Llamamientos a la implicación en algo que aquí no está de moda precisamente. Por eso hay que repetir las cosas, para que se pongan de moda, para que se retiren las cortinas de la ventana y veamos la luz o las sombras del acto que se desarrolla delante de nuestras caras y ante el que callamos, avergonzados a veces, indignados otras.

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