miércoles, 10 de junio de 2009

missie









Las dos fotos retratan a la misma persona con una diferencia de seis años. El ser humano envejece a cada paso que da, pero biología aparte, hay algo más en el segundo retrato que parece huir de la escena. La mirada se ha transformado, ya no es esperanzada y abierta. Ya ha visto demasiadas cosas, ha convivido con el mal, con la muerte diaria, con los bombardeos incesantes sobre Berlín, con los sótanos que no dejan dormir, con el humo y el olor a gas, con el hedor de la muerte invisible, sepultada bajo escombros, con el hedor de los heridos cuando trabaja de enfermera al final de la guerra. Aristócrata rusa que encuentra trabajo en una Alemania gobernada por la locura, amiga de algunos integrantes del círculo que intentará matar a Hitler el 20 de Julio de 1944, Missie verá cómo muchos de sus amigos serán perseguidos y ejecutados tras el fallido intento. Ella misma teme por su integridad. Sobrevivir es sinónimo de fortuna, de no estar en el sótano equivocado o de no volver al punto donde te esperan. Puro azar, Missie consiguió salir con vida, casarse con un oficial norteamericano y continuar viviendo. No hay alarde literario, hay hechos, contados cual relato informativo, hechos duros, pareciera que la autora creara un inmenso vacío entre ella y su escritura para no volcar toda la rabia o todas las lágrimas sobre el papel, pero sin evitar que su mirada se entristezca a cada paso.

María “Missie” Vassiltchikov, Diarios de Berlín (1940-1945). 1985

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