Él está empezando a descubrir de otra forma, abre los ojos porque ve y ve porque abre los ojos, y ahí delante todo un mundo, tan indefinido como apasionante.
Dormimos bajo el mismo techo, yo lo sé, él no, le oigo, llora, como debe ser, pidiendo algo a gritos, algún día se lo diré o se lo contaré a mi manera. Sin saber contar los días, sin saber dónde llegó, sin saber cuántos le rodean, creciendo.
Su risa no es carcajada, es sonrisa, es llenar las mejillas mientras la lengua se entrevé y sus ojos acompañan, grandes, así que su rostro se transforma viendo lo que sea u oyendo lo que suena, y si pasamos al mundo de las certezas su cara iluminada llega y traspasa corazones.