sábado, 17 de enero de 2015

arte en enero


Es en Cibeles, en el palacio de Correos donde se expone parte de la colección privada de Juan Abelló, empresario. Dinero invertido en arte que ahora, afortunadamente, sale a la luz, aunque no al completo. Quizás el estado debería obligar de alguna forma a los únicos que pueden adquirir arte a exponerlo mas a menudo o hasta de forma indefinida a través de fundaciones o museos abiertos a nosotros, mortales de salario fijo, que mendigamos belleza en salas y pasillos. La colección expuesta bien merece la visita. Habrá colas a la salida cuando el día levanta, no el frío.  En un cuadro de temática desacostumbrada, santa Ana y san Joaquín escoltan a la Virgen niña. Es Zurbarán. Y es La familia de la Virgen. Abundan los dibujos, y entre ellos destacan los atribuidos a Murillo, pequeños y de trazos finos, delicados, preciosos. Mucho bodegón de perdices y viandas y lienzos floridos, que pasamos sin demora. Un  escultor desconocido para mí, granadino, 1642-1724, Jose de Mora. El busto de Mater Dolorosa realza la vitrina que lo acoge. También a lápiz, en formato grande, descubro una bonita obra de Balthus, Michelina dormida. De ahí a las dos joyas de la exposición. Modigliani como autor. Una tras la otra, en vitrina de cristal. La simpleza del Violonchelista y el retrato de Constantin Brancusi. Para mirar y remirar. Trazos fáciles y simples, resultado grandioso. Del lienzo otra vez al dibujo, éste como paso previo a la creación, los hay de Picasso y también de Dalí, como el que muestra a su padre y hermana, de rostros delicadamente detallados y cuerpos que se intuyen. Genialidad. Para finalizar una estafa. Lo que representa Rothko y sus cuadros de colores. Lo veo sin verlo. Se escriben ríos de tinta sobre el sin sentido de algo que también llaman arte. Quizás sea yo. Nunca lo sabré. Paseamos en cuesta arriba, la calle Clavel no ha sido cortada para revisar una maleta olvidada o abandonada. El perro policía revolotea alrededor. Ya en la calle Hortaleza, la entrada de la calle alberga dos locales que merecen una visita. A mano izquierda, entrando de Gran Vía, el primero es la librería de viejo Benito Perez Galdós. Se acumulan los escritos y el librero lleva mitones y abrigo. A escasos metros, el dulce escaparate de la tahona de San Onofre invita a entrar. Dicen los mayores que de niños se quedaban fuera de esos sitios disfrutando sin mas de la vista. El roscón de reyes, fuera ya de fecha, está bueno y quita el mal sabor de los menos elaborados. Cuesta abajo desandamos el camino.

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