viernes, 19 de septiembre de 2008

la gran partición

La independencia de la India, tras la dominación británica, llevó implícita la creación de un nuevo estado, Pakistán. Un gran éxodo, en ambas direcciones, movió a millones de personas de sus hogares, abandonando parte o toda su vida para huir de las matanzas y carnicerías que se desataban en sus pueblos. Desgraciadamente, esa migración sirvió para sembrar los caminos de muertes por hambre o para dejar escenarios de terror en el transporte de la muerte, el ferrocarril, tan querido por los bárbaros para perpetrar su limpieza particular. Lo que en un tiempo parecía una convivencia pacífica entre las comunidades hindú y musulmana, ciudadanos muchos de ellos ignorantes de la existencia del colonizador o enemigo común británico, se convirtió por momentos en una orgía de violencia alimentada día y noche por los fanatismos religiosos, los mismos que habían llevado a los británicos a la convicción de pertenecer a una raza que Dios había elegido para gobernar y someter. Una partición que parecía la solución se convirtió en un problema y los festejos por la independencia se ahogaron en sangre. Partir la tierra donde habitaban cuatrocientos millones de personas no era una tarea sencilla. Nunca hubiera acabado al gusto de todos. Uno de los británicos, artífice de la división, reconoce que “haga lo que haga, se matarán unos a otros”.
El apostol de la no violencia, Gandhi, se opuso con todas sus fuerzas y sufrió por esa espiral de locura que parecía echar por tierra toda una vida comprometida a difundir todo lo contrario, el entendimiento entre todos los actores implicados en la vida de un país equivalente a un mosaico de pequeños baldosines, país al que llega Gandhi después de vivir, mucho antes, también en un tren, esta vez sudáfricano, una "experiencia decisiva", cuando fue expulsado de su asiento por un blanco. Ante la situación creada por la partición, Gandhi recurrió de nuevo a una de sus armas, la huelga de hambre, con la intención de pacificar a las masas. Esta huelga llevó a una tregua parcial en algunas zonas y justo cuando quería llevar su pacífico mensaje en persona a Pakistán, los extremistas indios acabaron con su vida. Días antes Gandhi recitaba en sus audiencias ante las multitudes el poema de Tagore que dice “Si no responden a tu llamada, camina sólo”. Sin perder la esperanza, él seguía ahí, con su ayuno solitario, rezando para “que se purifique el alma de todos y se supriman las diferencias entre aquellos condenados a vivir como hermanos”.

“Esta noche la libertad” narra este convulso periodo de la historia de la humanidad, que ayuda a entender muchas de las noticias que vemos en los informativos sobre esa región de la tierra. Desgraciadamente, el enfrentamiento sigue y las reclamaciones territoriales continuan vivas a la espera de que algún día, esperemos que no muy lejano, las palabras de Gandhi sean algo así como el manual de cabecera que ayude a restañar heridas y a ver al otro como alguien más cercano.

Esta noche la libertad (1975) Dominique Lapierre, Larry Collins

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