sábado, 28 de junio de 2014

en blanco y negro



Hay algo que transmite frío en el recinto de la Fundación Telefónica del edificio de Gran Vía. Lo que un día lejano imagino estaría poblado de telefonistas poniendo conferencias de un lado a otro del país o del planeta, sacando y metiendo clavijas, comunicando amores y deseos, pérdidas y odios, a través de miles de cables escondidos, con salas de reuniones de grandes jefes de traje y cigarro, haciendo negocios, es hoy un espacio dividido por paneles donde las exposiciones parecen perderse. No es la falta de público, que aunque escaso, siempre atiende, quizás sea la falta de luz, quizás la piedra o las paredes lisas y de colores planos. El negro que acompaña al blanco de la fotografía de Antonio Arissa, pintor nacido en el 1900, que empezó siglo y lo continúo maquina en ristre fotografiando costumbres y escenas, destaca y forma imágenes sacadas del tiempo pasado. Entre ambas tonalidades hay grises también que ayudan a formar neblina en alguna instantánea. Arte a raudales en comienzos de siglo, convulsos. El filamento de una bombilla del ascensor parece cimbrearse a la par que se torna incandescente. Parece parte de un experimento artístico porque no es esa luz la que de verdad ilumina el armatoste transparente que sube y baja seres en busca de sensaciones. Compras por Gran Vía y aledaños, atestado todo, rebajas, la fiebre de los precios de euros. Hay fútbol en los bares y los argentinos ataviados con la albiceleste sudan ya acabado el match. Les salvó Messi, siempre al rescate. Como la música, un clásico de la zona centro, caras serias que entonan esa música de Canon, quizás aburridos de repetirla para ganar migajas en forma de monedas. El barrio de las letras no parece el mismo que hace dos semanas, entonces las calles se inundaron de puestos y sillas de bares, el mercado de las ranas, hoy la ausencia de gente cierra locales y deja fachadas desnudas de adornos; el bar La Maripepa tiene dos alturas, la primera nos recibe sólo a nosotros y en la de abajo se oyen música y gritos, despedida de solteras en karaoke de fiesta privada, la forma de llenar los locales, se pone de moda, se viene la gente a Madrid, se visten de forma estrafalaria y celebran la pérdida de soltería entre alcohol y otras cosas. Salto en el tiempo y espacio, hasta Broadway, que pasa por el teatro Calderón, seis jovenes, protagonistas de espectáculos en la capital del mundo, New York, vuelan hasta aquí y cantan y lo hacen bien, muy bien, pero me falta algo, mi emoción no se activa, seré yo, el culpable, no ellos. Los pelos como escarpias, a veces los echo de menos. Existen predisposiciones para todo, también para escuchar hay que prepararse. Anochece, sombras en el campo, silueta de sierra desierta y cercana pero inalcanzable. Preguntas de vida, ¿qué coño es esto?, me refiero a la vida, a esto que hacemos aquí, a nuestras pasiones, a nuestras pulsiones, a lo que nos mueve. Gente sin preguntas, siempre las hay. Gente con preguntas también, desesperadas a veces. Las estrellas no hablan, mas lejanas aún, inertes a lo que parece, su brillo no nos alcanza, su inspiración menos. Olvidemos respuestas y paseemos por el Capricho, es un parque, de finales del XVIII, antojo de los duques de Osuna, espacio poco conocido, a tiro de piedra, he tardado 32 años en andarlo. Sombras para leer o reposar, agua verdosa, fotos de comuniones ya pasadas o bodas de hace algunos días, espacios de verdor bien cuidados, espacio a desmano para el gran público, mejor para su conservación. Algo parecido le pasará al Centro de Arte de Alcobendas, si es por la gente que pisa los suelos nunca se desgastará, solos, a paso lento, recorremos las frías salas, inmensas, obra exagerada de políticos deseosos de dejar huella absurda. Dos exposiciones de fotografía, que no fotos, el arte merece que el nombre se agrande. Las de Philip Lorca diCorcia, americano, son grandes y retratan al ser humano.
Las de Rafael Sanz Calvo también, pero en blanco y negro,  son los años del desarrollo económico en España, pero no en esos paísajes que el autor, otro artista, plasma a golpe de click. Romerías, processiones de jueves y viernes de la semana santa, costumbres, surcos que recorren caras agostadas por el sol del campo, inmensa la instantánea de un maletilla asustado en algo parecido a un espectáculo taurino de pueblo, con niños asomados tras las vallas y un capote inmenso y miserable que tiembla en las manos del miedo. El arte con las máquinas de antes, no había digitalización, ni decenas de capturas por minuto, ni visión instantánea, pero siempre existió, existe y existirá el arte, que viaja en mentes diferentes, que buscan respuestas a preguntas.

sábado, 21 de junio de 2014

la roja



Todavía está fresca la eliminación y siguen saliendo cuñas publicitarias animando a la roja, hay que estar mas vivos. Días de cambio en lo futbolístico y en lo real, que tenemos monarca nuevo, en ceremonia de antaño, dicen que poco ornada, dicen que no se iban a gastar nada en el cambio, palabras. El pueblo sale en Madrid a ver el desfile pero no en demasía, tira más el Madrid o el Atleti, la corona esta en caída, y si no al tiempo, que todo lo pone en su sitio, aunque no cura, el tiempo hace lo contrario, envejece al que menos se lo espera. Les pasó a los nuestros, los de la pelota, nadie ha inventado todavía el elixir de la eterna juventud, se hacen intentos, baldíos, nadie sabe dónde está el manantial de vida eterna. La iglesia lo tiene claro, dentro de ella, pero estarán enfadados ahora que el nuevo Felipe no celebra ceremonias o misas al uso para celebrar su llegada al trono. La pelota puso a cada uno en su sitio y no pasa nada, se acaban los fastos, la ilusión de muchos, el camino de otros, y hay que aceptar que el juego, ¿o no era eso?, sólo entiende de blanco o negro, existen matices de suerte, buena o mala, juego y entrega, pero nadie suele acordarse de los segundos del podio. Existe la victoria, éxtasis para hoy, alegría para mañana y hambre al cabo de cuarenta y ocho horas. Es así y nadie lo va a cambiar, pasará tiempo antes de que se junten los astros y algunos peloteros se reunan, se pongan una camiseta de color rojo y reinen sobre el verdor. Entre medias tendremos reinado, en plena madurez del sexto de los Felipes, reyes hasta el quinto de otros tiempos más oscuros. Para entonces, digo yo, para cuando se ponga en tela de juicio la institución quizás no seamos tantos, quizás las periferias hayan abandonado ya y hablen sus habitantes otras lenguas y salten al campo con otros colores y los himnos sean diferentes y quizás eso sea lo que tenga que suceder si así lo quieren, pero a mí me dará pena, porque no hay nada como convivir, avenidos bien o mal. Sensato, lo dijo el ya ex príncipe, aquí cabemos todos. Lo subscribo. Y aún digo más, cabe la humanidad en un alma, porque fuera pieles o lenguas, algo nos une, un deseo irrefrenable de felicidad, digamos civilizada, bien es cierto que las imágenes de ulterior nos traen barbarie e incivilidad, donde el ser humano no llega siquiera al estatus de tal. Largo camino por recorrer, tan largo como hace cincuenta años, imperceptible variación de mejora, es lo que tiene contar en años cuando la tierra se hace vieja y cumple millones de esos años que a nosotros se nos antojan tan cortos. Por eso, búsquela, digo la felicidad, y encuéntrela mas pronto que tarde, mire dentro, de sí mismo, no está tan lejos, serán momentos escasos, se transformarán en sosiego, se transformarán en todo eso que nos hace diferentes a los animales, saldrá una sonrisa, y luego irradie, brille y contagie su vivir, aún temporal, aún escaso, áun ligero, compártalo.

muxía - verano de 2002



Es julio de 2002 y es tiempo de vacaciones. La primera parada la hacemos en el Puente de Sanabria, allí recorreremos la senda de los monjes, cuestas y vistas al lago, inmenso. También nos acercaremos a esa extensión de agua que desde abajo parece otra, y mojaremos los pies. Muchos hacen lo mismo en esa tarde de calor. Pocos se bañan por completa, los lagos siempre asustan, se desconoce el fondo y quién lo habita. Los niños, todos con gafas de sol y gorra, y conjuntos de camiseta y pantalón de colores, miran a la cámara con atención, recuerdo el aparcamiento y más cosas, como el cansancio después de la caminata por los senderos. El placer de andar en sandalias y tener la vida controlada. Dormimos en un hostal restaurante carnicería, los Rochi. De ambiente familiar y de carretera, parece sacado de otro tiempo. Al día siguiente volvemos a retroceder en el tiempo, es en tierras portuguesas, en Braganca, la ciudad parece muerta y agostada por el sol; cuestas, edificios viejos y ausencia de vida parecen marcar el devenir. El castillo alberga un museo militar que visitamos. Al día siguiente llegaremos a nuestro punto de destino, el camping  Playa de Leis, en el término de Muxia, situado en lo alto de un acantilado, al borde de una playa. Bungalow de madera con escaleras también al ático. Y recuerdos de hierba y lluvia, y también de sol. Desde ahí recorreremos infinitas playas y carreteras en esta llamada Costa de la Muerte. Luego se hará famosa, internacional, y todos descubriremos la palabra chapapote. Pero es ahora, 2002, y todo está como debe estar, los erizos en las playas, esperándonos, las estrellas de mar, las conchas, los niños que se vuelven locos ante esa visión diferente de la naturaleza, en playas amplias y salvajes. Serán siete noches de camping con sus días de inagotables búsquedas de paisajes y vericuetos, de cabos y faros, de acantilados y mar, de gaviotas chillonas, de pistas de tierra que llevan a la paz. De carreteras que exudan belleza en cada metro. De juegos y canciones, de hablar y contar. Visitamos iglesias, pequeñas, oscuras, de piedra. Con vírgenes que llevan en su seno miles de invocaciones y plegarias de las mujeres de la mar. Recuerdo una mañana en Muxia, llueve y el coche nos protege, dejará de caer agua y andaremos pisando charcos hasta llegarnos al Santuario de la Barca, se quemó hace poco, y allí tenemos fotos, con pelo corto y anorak, y sonrisa, y gaviotas de fondo, y cielo que da un respiro, y rocas que semejan velas. Finisterre se oculta bajo una intensa niebla fría y suelta bocinazos, inmensos, escalofriantes, ruido que aleje a los barcos, ruido que evite que las aguas engullan frágiles maderas y almas que solo buscan ganarse el pan. Vemos sin ver, no se ve el mar, se ve el faro y se siente el ruido que alerta, que pide se alejen. Los faros que parecen inalcanzables, lejanos, pero a veces hay camino, siempre lo hay, lo sabrá el farero. Y aquello debe de ser lo más parecido a la paz en vida. Quizás exagera, mi mente romántica. ¿Sentirán miedo en la noche?, ¿cuándo todo la negrura del cielo se junte con el ruido de la tempestad? Pero ahora es de día, y el blanco encalado se superpone al azul marino o cielo y la vista es de postal y de cuadro marinero de salón, de olas inalcanzables al lienzo, de espuma que cómo diantres se pintará. Ni las fotos reflejan la realidad del mar. Falta el ruido. Escenario de tragedias, la costa, el cementerio de los ingleses alberga cuerpos de un naufragio de finales del XIX. El día es claro y reluciente, parece increíble que el mar pueda convertir la calma en tragedia. Guardo facturas, cena para cinco por 34 euros, en una raxería, carne con patatas en abundancia. Se come bien en Galicia, barato y sin medida. Se vive bien, despreocupado, los niños corren por las playas y llenan los bolsillos y bolsas de restos de vida marina. La arena no importa. Nada importa salvo el día siguiente.

sábado, 7 de junio de 2014

el greco



Hoy empieza todo, es un programa de radio, y podría ser un lema de vida, o un mantra a repetir en la mañana de cada día, al despertar. Camino de Toledo, de casco viejo que dicen es el más grande de España, en roca alta e inexpugnable en tiempos, antigua capital del Imperio, ciudad donde hace mucho calor cuando es época y de calles y vericuetos estrechos. Se presenta atiborrada de turistas, si ya lo era, este año más, todos a ver los cuadros de El Greco. El hombre en vida no fue muy aclamado ni en los siglos posteriores, pero arte a mansalva tenía en sus pinceles. A veces me cuesta verlo, a veces no me llega, otras me deja perplejo y hoy termina por sorprenderme. Las oleadas de grupos van de sitio a sitio, hombres y mujeres, hombres solos también, grupos de asiáticos de idioma de otro mundo que no se sabe qué hacen por aquí. Me pregunto que ven en la iconografía cristiana, espero les guste. Varios espacios conforman la muestra, nosotros veremos dos de ellos y el Museo-Casa, no perteneciente a la muestra como tal. Empezamos por el Monasterio de Santo Domingo el Antiguo, que dicen encargó al pintor cretense su primera obra en España. Tres lienzos originales se exponen en el retablo principal. Se agolpan las explicaciones mientras las monjas muestran mazapanes para su venta. Aparte de la Iglesia se visita el museo, interesante, muchas piezas, parece un bazar. Destaca una Piedad acompañada, óleo sobre madera, del siglo XV, de la Escuela Hispano-Flamenca, de gran belleza. Y nos vamos al plato principal, el Museo de Santa Cruz, donde se ha reunido una gran concentración de obras, traídas de diferentes museos del mundo, donde el que no tiene entrada previamente reservada ya no podrá entrar, agotadas hasta el final de la muestra, y donde la audioguía ayuda a entender algunas cosas. El museo en sí, ya visitado antes, es espectacular, antiguo Hospital, con planta de cruz, en dos alturas, arriba la permanente, que merece la pena ser vista y además es gratuita, y abajo la especial. El hecho de que se hayan cerrado cupos por horas hace que aun habiendo gente se pueda disfrutar del espectáculo. Empiezo por mis selecciones, La dama del armiño, traída de Glasgow, cuadro que no parece de El Greco, pero de espectacular serenidad y belleza en el rostro de la protagonista, de incierto nombre. Hay varios San Pablos, el que lo muestra en solitario, con fondo de casa que podría sobrar, es extraordinario. Pertenece a una colección particular de Madrid y yo me pregunto quién cuelga eso en su casa. A su lado, otro lienzo muestra a Pablo acompañado de San Pedro, mágico también el primer personaje, que voló desde San Petersburgo. Cambiando de formato pasamos a un enorme lienzo, proveniente del convento anteriormente citado, La adoración de los pastores, magistral la luz que irradia del niño adorado, despliegue de luces y colores en un cuadro para disfrutar. Otro particular, esta vez de Barcelona, tiene en su casa un pequeño cuadro que muestra a Cristo con la cruz a cuestas, 1585, el gesto elevado, los ojos brillantes, la lágrima al acecho, indescriptible. Vuelvo al gran tamaño con un cuadro del Louvre, un crucificado en escorzo con donantes al que le sobran estos. Y por último, la palidez del San Sebastián martirizado, con una única flecha, es admirable, cuadro que viene de la Catedral de Palencia. Recomiendo el Trébol, al lado del museo, buenas tapas, el local lleno hasta la bandera. Por la tarde, mas Greco, esta vez en su Casa Museo, o reconstrucción de cómo pudo ser una casa de la época en una zona cercana a donde quizás habitó el artista. Jardines y calor, y lienzos de los apóstoles y Jesús, un total de trece, pintó varios de ellos, dicen que hay tres colecciones completas, también obras de Luis Tristán, su discípulo, y del hijo del Greco, que siguió pintando aunque sin reconocimiento. Nos vamos de Toledo recordando esos dedos, medio y anular, que siempre pintaba unidos, dicen que como marca para ser distinguido del resto. Recuerden, hoy empieza todo, todo lo que usted quiera que empiece.

reflexiones




Tomando el título de una canción cristiana escrita en 1907, Will the circle be unbroken?, algo así como ¿se unirá de nuevo el círculo?, Studs Terkel recopila historias sobre la muerte. Dicen que antes, tras la muerte de un ser querido se reunían los vivos en círculo, deseando que esa unión ahora rota se pudiera repetir en el más allá. Los testimonios son de todo tipo, se incluyen los creyentes y los que no lo son, los que cuidan de los enfermos, los que estuvieron casi muertos y volvieron sin saber cómo, los devastados por la enfermedad. Todos girando alrededor de ese denominador común, palabra que cada vez es más difícil pronunciar. Falta de aceptación de lo inevitable. El testimonio de Matta Kelly, que de adicta a las drogas y prostituta se convierte en trabajadora social al servicio de los enfermos de Sida, es sobrecogedor. Como testimonio de cambio y de lucha no tiene precio.

Will the circle be unbroken? Studs Terkel. 2001