sábado, 18 de mayo de 2013

la buena guerra

Leer sobre el pasado ayuda a entenderlo. No sólo eso sino que el presente se ve de otra forma y se comprende algo más. Leo a Studs Terkel y su recopilación de historias contadas por los protagonistas. Hay poca participación o comentarios del autor. Digamos que escucha, graba, recopila y ordena el trabajo final. Dejar hablar para contar historias, en la más pura tradición oral. Y el trabajo es inconmensurable y quizás baste leer este libro para entender la segunda guerra mundial, esa guerra llamada buena. Para unos, como siempre. No para otros, incluso muchos de los vencedores, aún vivos, aborrecen de aquel pasado. Y los protagonistas cubren todos los ángulos, los buenos y de los malos, los que tocaron la gloria y los que pisaron el infierno. De niños y soldados, de grandes y pequeños. Y uno descubre la incongruencia, el racismo dentro de la guerra, la opresión, la humanidad y lo contrario. A veces, dan ganas de parar, a veces de seguir y no parar. Cada historia daría para una larga historia, y para una película contraria a esas que nos hablaban de estereotipos que libros como éste se encargan de tirar por tierra. Se trataba de ayudar al compañero, a los colegas, la cercanía hermanaba, dicen unos, se pensaba sólo en comida, dicen otros, se veía al otro, al enemigo, como ser humano, cuando ya estaba muerto. Se pasaba miedo, dentro de la confusión y el caos. Se mascaba el silencio en el combate dentro del ruido. Se perdía el sueño por haber disparado a una mujer con un niño en brazos. Se veían a sí mismos a veces como animales salvajes. Se pasaba de héroe a apestado con el rostro desfigurado en comunidad de vecinos de pulcritud externa e interna; los objetores de conciencia también eran apestados. Se masca la tragedia en cada página y se siente algo si todavía queda humanidad en el lector, aunque todo esté tan lejos, en la distancia, pero no olvidado.


The good war. An oral history of World War Two. Studs Terkel. 1984

carta

Para no parar, continúo con Stefan Zweig y a rebufo de “la impaciencia del corazón” leo estas dos novelas cortas donde la sorpresa sigue siendo la protagonista. Esplendido inicio el de Carta de una desconocida. Y no menos espléndido es el nudo que lleva a un desenlace ya conocido de antemano pero que inquieta el alma. Al igual que se inquieta y se pone alerta en la historia de Leporella, sórdida y oscura, veraz y humana.


Stefan Zweig. Carta de una desconocida. Leporella. 1927

impaciencia

Sigo el dictado del título y leo con impaciencia el libro. La acción transcurre a velocidad de vértigo, o eso me parece a mí, o será que el militar protagonista que cabalga a lomos de caballo genera esa prisa o será que aquella que se presenta inmóvil pero ansiosa por correr empuja al lector a devorar páginas. La novela atrapa desde el primer momento y las sorpresas se suceden en giros múltiples dentro de una historia cuyo final nunca se prevé.
Stefan Zweig. La impaciencia del corazón. 1939

sábado, 11 de mayo de 2013

arte en Barcelona

El arte abunda en Barcelona. Las Iglesias tienen lo suyo. La catedral de Santa Eulalia alberga al Cristo del Amparo como parte de una magnifico calvario y también a una de las imágenes más veneradas de la ciudad, el Cristo de Lepanto, talla negra que se encuentra en la capilla de San Oleguer, con una espléndida Dolorosa a sus pies. Dicen que este Cristo presidió la flota española en la batalla de Lepanto. La iglesia de Santa María del Pi alberga una rara escultura de la dormición de la virgen con manto azul y oro y velo blanco de excepcional belleza. El museo nacional de arte de Cataluña está ubicado en un gran palacio construido con motivo de la Exposición internacional de 1929 en Montjuic. Dentro, su colección de arte románico es considerada una de las más importantes del mundo. De las iglesias de la región se fueron trasladando al museo las pinturas murales originales como el Pantocrator de Sant Climent Taull, pintura abovedada que descansa en un espacio que recrea el interior de la iglesia original. En cuanto a tallas, destaca la Majestat Batlló del siglo XII que representa a un Cristo estilizado policromado con faldón de colores. Cerca de éste un descendimiento del XII-XIII de Santa María Taull muestra a Dimas con los ojos tapados. Resalta también la cabeza de Cristo de Jaume Cascalls, de 1352. Y entrando en el Gótico la colección se expande por salas y salas repletas de pintura y retablos. El joven asomado a la ventana de Lluis Borrassá muestra desesperación quizás. Ya en siglos posteriores el Cristo crucificado de Zurbarán es magnífico y del siglo XIX descubro a Ramón Casas y a tantos otros que la visita bien parece dejar rescoldo para otra posterior.

san jordi

Te llegará una rosa cada día. Lo cantaba Alberto Cortez, de eso ya hace muchos años. Es 23 de abril, día de San Jordi y las rosas se mueven y llegan a muchos rincones de Cataluña. Dicen que hasta seis millones, el 40% de las ventas anuales, y de paso hasta millón y medio de libros de papel que van y vienen de mano en mano. Símbolos que marcan un día de fiesta, que no festivo. La espera hacia el calor de la ciudad condal se hace fría en un tren rápido que copia la modernidad, lo bueno y lo malo, como ese aire acondicionado que nos pone al nivel de las peores tradiciones europeas, la que se empeña en que siempre haga frío en centros cerrados. Mientras, el video muestra una oscura película en blanco y negro con dibujos animados que causarán pesadillas en niños que no viajan normalmente en día laborable en tren. Fuera reluce el sol y las ruinas de los castillos o de los pueblos abandonados pasan a 300 kilómetros por hora. Los campos verdean y asoman agua y en esta fiesta del libro elegí no bien mi libro de viaje así que pasará a engrosar la lista de abandonados. Dice la radio que hoy es el  día de los enamorados en Cataluña, tradición que se remonta siglos atrás. El amor como reclamo y la cultura como vehículo de transmisión de emociones. Barcelona ya está en la calle, con esquinas coloreadas con una senyera que cubre puestos por doquier. El centro y las Ramblas son el punto de encuentro para vender, celebrar y reivindicar. Los políticos y asociaciones de todo tipo hablan de lo suyo, a veces ajenos a la marea humana. Las rosas son de verdad o de plástico, o representadas en infinita variedad de formas artísticas. A medida que pasa el día bajará el precio, incluso llegarán a regalarse. El anhelo de independencia impregna banderas y puestos. Se reparten papeles con preguntas para aclarar el proceso. Se mezcla economía con fútbol. ¿Dónde jugarán nuestros equipos?, se preguntan algunos. Se equiparan cuestiones que nunca deberían estar al mismo nivel. Y en Tapas Victor, en la calle Balmes, donde comemos un estupendo arroz negro, se expone una parte de la realidad social. Emigrantes de toda una vida que ayudaron a construir esta sociedad. Y surge la inevitable pregunta de dónde quedarán en ese futuro hipotético de ruptura. Que no se pierda la cordura o el sentido común. Es un deseo. Los pies no descansan y nos llevan al Xampanyet, allá en el barrio gótico, el vino espumoso no tiene precio. El ayuntamiento y la Generalitat están de puertas abiertas y visitamos el primero. Bonito palacio, antiguo, vemos salas y  despachos, incluido el del alcalde. Ya en el exterior se baila la sardana en pequeños grupos y se escuchan cerca gritos de manifestantes que protestan por el escándalo de las preferentes ante una entidad bancaria. La próxima visita será con dinamita, ese es el eslogan.  El día siguiente nos llevará de museo y paseo y comeremos en Cal Chusco, en la Barceloneta. Comida casera en local de toda la vida. Al lado del mar, oculto tras unas casas. Estás dentro de Barcelona y parece que no existiera. Pero su visión lo cambia todo, todo lo magnifica y la ciudad adquiere su categoría definitiva allí a orillas de un agua de tonalidades varias, de brisa que sopla y arrastra arena, de ambiente de playa. Y a lo lejos la nada, quizás existan países lejanos al otro lado del mediterráneo, pero a ojos de humano, el horizonte es la nada, lo más parecido al infinito que pueda existir.

jueves, 2 de mayo de 2013

la materia


La escultura permite la visión desde todos los ángulos. No hay pared que reciba al lienzo ni nada oculto tras él. No hay secretos guardados en marcos ni mensajes para la historia dejados para interpretaciones posteriores. La escultura permite que el observador gire alrededor de la obra y ésta se convierta en infinidad de ellas, lista para lecturas múltiples.  La exposición que hasta finales de Junio alberga la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en la madrileña calle de Alcalá lleva por título el nombre del autor, Mariano Benlliure, y el calificativo de “El dominio de la materia”. Materia diversa para llegar al mismo punto, el plasmar en obras más o menos grandes, gestos, movimientos o sentimientos. Su busto de la bailarina Cléo de Mérode que parece surgir de la piedra es magistral y el monaguillo que expresa su dolor por una quemadura expresa en tamaño natural todos los detalles de un instante. La materia admite también otras interpretaciones, y el bar La Venencia de la calle Echegaray sirve frutos materializados en vino con el testigo de paredes y mobiliario que podría contar la historia de un país. Esa materia inerte pertenece a un pasado que se echa de menos, será por la racionalización del adorno y de la luz, será por la ausencia de reformas, será por el querer conservar lo que fue. Y es que no hace falta nada más o hace falta poco para que el entorno sea agradable. La materia antes viva y cocinada después también da para mucho. Hoy que se viven tiempos de alta cocina y proliferan los maestros del humo a precio de oro, no está de más el volver a la cocina de siempre, simple y sin adjetivos, como la que transforma los lomos de bacalao en algo que se debe comer, con un pequeño rebozado, en el bar Revuelta, calle Latoneros.